Hablemos de Enfermedad Mental y Violencia, no podemos estar indiferentes cuando escuchamos: “El loco es violento, no es de fiar, tiene riesgo de violencia, es una persona que te puede hacer daño”. Esta afirmación hace una daño terrible a las personas que sufren una Enfermedad Mental, hasta el punto que ellos mismos se lo creen (auto-estigma) y las consecuencias auto-destructivas que conllevan (no piden ayuda, se aíslan) y cómo se sienten (Baja autoestima, Desconfianza sobre la propia capacidad, Vergüenza, Estrés, Vulnerabilidad, Tristeza).
La adecuada asistencia a las personas con enfermedades mentales graves encuentra importantes barreras para su implantación y el desarrollo. Los conocimientos sobre la naturaleza de estos trastornos, son aún insuficientes, y los tratamientos disponibles no son todo lo eficaces que sería deseable.
El origen de la discriminación, es el prejuicio. La definición de prejuicio es la conformidad con las creencias y reacciones emocionales que uno siente, por ejemplo: Temores, miedos, repulsión, compasión…es la actitud que refleja la disposición de las personas para actuar de una forma negativa o positiva hacia el objeto del perjuicio, sin analizar si existe alguna razón que justifique dicho comportamiento.
En nuestra sociedad existe un prejuicio negativo sobre los enfermos mentales, basado en estereotipos asumidos y compartidos de forma acrítica. Consecuencia particularmente negativa de los estigmas y prejuicios, la discriminación determina que individuos o grupos de una sociedad priven a otros de sus derechos o beneficios por su causa. En el caso de los enfermos mentales, reporta una desventaja que se añade a la directamente derivada de su enfermedad,
“Parece que los gitanos y gitanas solamente nacieron en el mundo para ser ladrones: nacen de padres ladrones, críanse con ladrones, estudian para ladrones y, finalmente, salen con ser ladrones corrientes y molientes a todo ruedo; y la gana de hurtar y el hurtar son en ellos como accidentes inseparables que no se quitan sino con la muerte” Miguel de Cervantes La gitanilla (1613)
Como ejemplo, La Ley General de Sanidad de 1986: “la plena integración de las actuaciones relativas a la salud mental en el sistema sanitario general y de la total equiparación del enfermo mental a las demás personas que requieran servicios sanitarios y sociales”. Pero a pesar de la proclamada asimilación del paciente psiquiátrico a cualquier otro ciudadano que requiera intervención sanitaria, persiste el estigma que acompaña a las enfermedades mentales. Consecuencia del estigma es la insuficiente aceptación de los procesos de reforma y el modelo comunitario, las relaciones interpersonales con pacientes mentales, derivada de que los ciudadanos, por lo general asumen su necesidad pero si les afectan directamente, NO facilitan en modo alguno su implantación y desarrollo (Ejemplos: un colectivo de enfermos que pase a residir o a ser atendido en su cercanía, pisos normalizados y supervisados en tu comunidad vecinal, consolidar amistades con pacientes mentales, pareja, aceptar que el profesor de tu hijo o compañero de trabajo sea paciente mental …). Es la actitud denominada “Nimby” (“Not in my backyard”: no en mi patio) o “Span” (Sí, pero aquí no).
Una parte esencial del estigma y la discriminación surge de la atribución al enfermo mental de una propensión a la violencia. La identificación entre paciente psiquiátrico y conducta violenta imprevisible es básica en el mantenimiento del estigma y las actitudes negativas de la población.
Esta identificación entraña dos sistemas de equivalencias excesivos. Por una parte, la “Criminalización” de la Enfermedad Mental, de manera que la Enfermedad Mental se define como Locura y ésta se asimila a la Violencia.
Por otra parte, la “Medicalización” de la Violencia implica que las conductas perversas, maliciosas, la maldad, en general, no es sino una Enfermedad, en este caso, una forma de Locura.
La idea de que la violencia es una consecuencia obligada de la enfermedad mental está muy extendida entre la población y es una causa muy importante del rechazo social mostrado hacia las personas afectadas (y hacia algunos servicios comunitarios que las atienden). Para combatirla es necesario abordar seriamente una serie de cuestiones:
¿Son los Enfermos Mentales Violentos? ¿Tienen un mayor riesgo de comportarse de forma violenta que la población general? ¿Representan un Riesgo para la Seguridad de la Población?Las conductas violentas desplegadas por los enfermos mentales revisten una serie de características especiales. Son conductas a menudo aleatorias, de manera que se producen sin un claro desencadenante o a falta de estímulos que puedan entenderse como razonables y lógicos por la población general. Además, en ocasiones son actuaciones aparentemente sin sentido, inexplicables. Todo ello hace que ciertos comportamientos violentos sean impredecibles.
La revisión de la bibliografía sobre relación entre la enfermedad mental y las conductas violentas ofrecen los siguientes resultados:
La prevalencia de conducta violenta entre personas con enfermedad mental grave en la comunidad no difiere de la de la población general de similares características, en pacientes asintomáticos que no consumen drogas. (Steadman 1998).
Asimismo, se ha señalado que el consumo de tóxicos es la variable clínica más clara y consistentemente relacionada con el riesgo de conducta violenta (Norko 2005). De hecho, el abuso de sustancias multiplica por 16 el riesgo de ser detenido y condenado por conducta violenta en las personas diagnosticadas de esquizofrenia (Wallace 2004).
La realidad sobre la relación entre la enfermedad mental y la enfermedad mental grave es que las personas que padecen estas patologías pueden cometer actos violentos de forma impredecible, de forma muy esporádica e infrecuente.
Ahora bien, la mayoría de las personas con enfermedad mental no se comportan de manera agresiva o violenta. Es más frecuente que sean víctimas de la misma, hasta el punto de que según estudios recientes la frecuencia en que los enfermos mentales sufren actos violentos o delictivos multiplica por 14 la tasa de la población general (Teplin, 2005).
Los factores que se asocian de forma más constante al riesgo de conducta violenta son la coexistencia con el abuso de Alcohol y Drogas, el Incumplimiento del Tratamiento y los Antecedentes de Conducta Violenta (Stuart, 2003).
Los factores de riesgo para conducta violenta principales son ser joven, varón, estatus socioeconómico bajo, abuso de tóxicos (Norko 2005).
La conducta violenta se produce más frecuentemente hacia los miembros de la familia, y en el propio hogar.
Según algunos estudios, la contribución total a la violencia por parte de las personas con Enfermedad Mental es menor del 5%.En los últimos años se ha asentado la idea de que la psiquiatría comunitaria y la desinstitucionalización es culpable de los delitos cometidos por enfermos mentales. Fruto de este temor y de la responsabilización de los profesionales por las conductas de los pacientes es un modelo asistencial crecientemente coercitivo, con incremento de ingresos y tratamientos involuntarios, incluso en ausencia de delitos, aumento del uso de fármacos. En conjunto, en algunos países se está produciendo un peligroso deslizamiento hacia una política asistencial dirigida a contentar la “seguridad” de la población, más que el bienestar de los pacientes (Laurance, 2003).
Como señalan Thornicroft y Goldberg, en nuestra sociedad se están quebrantando los elementos para formular predicciones y para garantizar la seguridad ciudadana. A su modo de ver, existe una ansiedad flotante que precisa cristalizar en “monstruos” concretos, que podrían ser los pedófilos o los enfermos mentales. En una sociedad, como la nuestra, que cada vez acepta menos el riesgo, estamos entrando en una época “en la que puede ser culturalmente más fácil excluir que incluir a las personas que portan un estigma asociado con algún tipo de riesgo” (Thornicroft & Goldberg, 1998). No es extraño, por lo tanto, que existan corrientes que impulsan hacia una “asistencia dirigida por el miedo”.
Uno de los principales determinantes de la ecuación enfermedad mental = violencia que potencia el estigma son los medios de comunicación. Abundan los reportajes sensacionalistas que publican los medios de comunicación siempre que un antiguo paciente mental comete un acto violento, es común el mal uso popular y periodístico de términos psiquiátricos (como “psicótico” y “psicopático”). A consecuencia de estas actuaciones, la opinión pública encuentra
justificado su miedo y su rechazo a los enfermos mentales y trata de segregarlos de la comunidad, porque les presupone peligrosos.
Sin embargo, la realidad parece ser bien diferente, y los resultados de las investigaciones no refrendan la pretendida peligrosidad de las personas con enfermedades mentales. La realidad es que en general los actos violentos graves cometidos por personas con trastornos mentales importantes aparecen concentrados en una pequeña fracción del número total de pacientes, especialmente con problemas sobreañadidos de abuso de alcohol y tóxicos.
La mejor manera de afrontar esta situación no pasa por establecer formatos de asistencia crecientemente coercitivos sino por trabajar para eliminar la estigmatización y la discriminación, desarrollar servicios asistenciales accesibles y volcados en mantener el contacto con los pacientes así como de ofrecer intervenciones de calidad acordes con la evidencia científica (Crisp, 2000; Crisp, 2001; Byrne, 2001).
Podemos resumir y “tirar los Muros” de una vez:
El Estigma es una barrera real para la asistencia e integración social de las personas con Enfermedad Mental y para sus familias.
La asociación entre Violencia y Enfermedad Mental alimenta la actitud de discriminación y temor por parte de la población general.
Las políticas asistenciales estan más preocupadas por calmar la alarma social y proteger a la población, que por procurar una asistencia normalizada y acorde con los derechos de estas personas.
Los medios de comunicación son un elemento importante en la difusión de esta alarma, y la desinformación y el uso inadecuado de términos contribuye a perpetuar mitos y mantener la ignorancia.
La mejor manera de luchar contra la violencia en la Enfermedad Mental y el estigma resultante es procurar el mejor tratamiento disponible, garantizar el contacto con los servicios de los pacientes más graves y evitar la marginalidad.
Fuente: José J Uriarte
Para finalizar os invito a disfrutar de un grupo musical Estadounidense que apuesta por la psicodelia de ayer y de hoy, con toques de ruidoso pop-electrónico bailable, llamado MGMT tema "Kids"
En nuestra sociedad existe un prejuicio negativo sobre los enfermos mentales, basado en estereotipos asumidos y compartidos de forma acrítica. Consecuencia particularmente negativa de los estigmas y prejuicios, la discriminación determina que individuos o grupos de una sociedad priven a otros de sus derechos o beneficios por su causa. En el caso de los enfermos mentales, reporta una desventaja que se añade a la directamente derivada de su enfermedad,
“Parece que los gitanos y gitanas solamente nacieron en el mundo para ser ladrones: nacen de padres ladrones, críanse con ladrones, estudian para ladrones y, finalmente, salen con ser ladrones corrientes y molientes a todo ruedo; y la gana de hurtar y el hurtar son en ellos como accidentes inseparables que no se quitan sino con la muerte” Miguel de Cervantes La gitanilla (1613)
Como ejemplo, La Ley General de Sanidad de 1986: “la plena integración de las actuaciones relativas a la salud mental en el sistema sanitario general y de la total equiparación del enfermo mental a las demás personas que requieran servicios sanitarios y sociales”. Pero a pesar de la proclamada asimilación del paciente psiquiátrico a cualquier otro ciudadano que requiera intervención sanitaria, persiste el estigma que acompaña a las enfermedades mentales. Consecuencia del estigma es la insuficiente aceptación de los procesos de reforma y el modelo comunitario, las relaciones interpersonales con pacientes mentales, derivada de que los ciudadanos, por lo general asumen su necesidad pero si les afectan directamente, NO facilitan en modo alguno su implantación y desarrollo (Ejemplos: un colectivo de enfermos que pase a residir o a ser atendido en su cercanía, pisos normalizados y supervisados en tu comunidad vecinal, consolidar amistades con pacientes mentales, pareja, aceptar que el profesor de tu hijo o compañero de trabajo sea paciente mental …). Es la actitud denominada “Nimby” (“Not in my backyard”: no en mi patio) o “Span” (Sí, pero aquí no).
Una parte esencial del estigma y la discriminación surge de la atribución al enfermo mental de una propensión a la violencia. La identificación entre paciente psiquiátrico y conducta violenta imprevisible es básica en el mantenimiento del estigma y las actitudes negativas de la población.
Esta identificación entraña dos sistemas de equivalencias excesivos. Por una parte, la “Criminalización” de la Enfermedad Mental, de manera que la Enfermedad Mental se define como Locura y ésta se asimila a la Violencia.
Por otra parte, la “Medicalización” de la Violencia implica que las conductas perversas, maliciosas, la maldad, en general, no es sino una Enfermedad, en este caso, una forma de Locura.
La idea de que la violencia es una consecuencia obligada de la enfermedad mental está muy extendida entre la población y es una causa muy importante del rechazo social mostrado hacia las personas afectadas (y hacia algunos servicios comunitarios que las atienden). Para combatirla es necesario abordar seriamente una serie de cuestiones:
¿Son los Enfermos Mentales Violentos? ¿Tienen un mayor riesgo de comportarse de forma violenta que la población general? ¿Representan un Riesgo para la Seguridad de la Población?Las conductas violentas desplegadas por los enfermos mentales revisten una serie de características especiales. Son conductas a menudo aleatorias, de manera que se producen sin un claro desencadenante o a falta de estímulos que puedan entenderse como razonables y lógicos por la población general. Además, en ocasiones son actuaciones aparentemente sin sentido, inexplicables. Todo ello hace que ciertos comportamientos violentos sean impredecibles.
La revisión de la bibliografía sobre relación entre la enfermedad mental y las conductas violentas ofrecen los siguientes resultados:
La prevalencia de conducta violenta entre personas con enfermedad mental grave en la comunidad no difiere de la de la población general de similares características, en pacientes asintomáticos que no consumen drogas. (Steadman 1998).
Asimismo, se ha señalado que el consumo de tóxicos es la variable clínica más clara y consistentemente relacionada con el riesgo de conducta violenta (Norko 2005). De hecho, el abuso de sustancias multiplica por 16 el riesgo de ser detenido y condenado por conducta violenta en las personas diagnosticadas de esquizofrenia (Wallace 2004).
La realidad sobre la relación entre la enfermedad mental y la enfermedad mental grave es que las personas que padecen estas patologías pueden cometer actos violentos de forma impredecible, de forma muy esporádica e infrecuente.
Ahora bien, la mayoría de las personas con enfermedad mental no se comportan de manera agresiva o violenta. Es más frecuente que sean víctimas de la misma, hasta el punto de que según estudios recientes la frecuencia en que los enfermos mentales sufren actos violentos o delictivos multiplica por 14 la tasa de la población general (Teplin, 2005).
Los factores que se asocian de forma más constante al riesgo de conducta violenta son la coexistencia con el abuso de Alcohol y Drogas, el Incumplimiento del Tratamiento y los Antecedentes de Conducta Violenta (Stuart, 2003).
Los factores de riesgo para conducta violenta principales son ser joven, varón, estatus socioeconómico bajo, abuso de tóxicos (Norko 2005).
La conducta violenta se produce más frecuentemente hacia los miembros de la familia, y en el propio hogar.
Según algunos estudios, la contribución total a la violencia por parte de las personas con Enfermedad Mental es menor del 5%.En los últimos años se ha asentado la idea de que la psiquiatría comunitaria y la desinstitucionalización es culpable de los delitos cometidos por enfermos mentales. Fruto de este temor y de la responsabilización de los profesionales por las conductas de los pacientes es un modelo asistencial crecientemente coercitivo, con incremento de ingresos y tratamientos involuntarios, incluso en ausencia de delitos, aumento del uso de fármacos. En conjunto, en algunos países se está produciendo un peligroso deslizamiento hacia una política asistencial dirigida a contentar la “seguridad” de la población, más que el bienestar de los pacientes (Laurance, 2003).
Como señalan Thornicroft y Goldberg, en nuestra sociedad se están quebrantando los elementos para formular predicciones y para garantizar la seguridad ciudadana. A su modo de ver, existe una ansiedad flotante que precisa cristalizar en “monstruos” concretos, que podrían ser los pedófilos o los enfermos mentales. En una sociedad, como la nuestra, que cada vez acepta menos el riesgo, estamos entrando en una época “en la que puede ser culturalmente más fácil excluir que incluir a las personas que portan un estigma asociado con algún tipo de riesgo” (Thornicroft & Goldberg, 1998). No es extraño, por lo tanto, que existan corrientes que impulsan hacia una “asistencia dirigida por el miedo”.
Uno de los principales determinantes de la ecuación enfermedad mental = violencia que potencia el estigma son los medios de comunicación. Abundan los reportajes sensacionalistas que publican los medios de comunicación siempre que un antiguo paciente mental comete un acto violento, es común el mal uso popular y periodístico de términos psiquiátricos (como “psicótico” y “psicopático”). A consecuencia de estas actuaciones, la opinión pública encuentra
justificado su miedo y su rechazo a los enfermos mentales y trata de segregarlos de la comunidad, porque les presupone peligrosos.
Sin embargo, la realidad parece ser bien diferente, y los resultados de las investigaciones no refrendan la pretendida peligrosidad de las personas con enfermedades mentales. La realidad es que en general los actos violentos graves cometidos por personas con trastornos mentales importantes aparecen concentrados en una pequeña fracción del número total de pacientes, especialmente con problemas sobreañadidos de abuso de alcohol y tóxicos.
La mejor manera de afrontar esta situación no pasa por establecer formatos de asistencia crecientemente coercitivos sino por trabajar para eliminar la estigmatización y la discriminación, desarrollar servicios asistenciales accesibles y volcados en mantener el contacto con los pacientes así como de ofrecer intervenciones de calidad acordes con la evidencia científica (Crisp, 2000; Crisp, 2001; Byrne, 2001).
Podemos resumir y “tirar los Muros” de una vez:
El Estigma es una barrera real para la asistencia e integración social de las personas con Enfermedad Mental y para sus familias.
La asociación entre Violencia y Enfermedad Mental alimenta la actitud de discriminación y temor por parte de la población general.
Las políticas asistenciales estan más preocupadas por calmar la alarma social y proteger a la población, que por procurar una asistencia normalizada y acorde con los derechos de estas personas.
Los medios de comunicación son un elemento importante en la difusión de esta alarma, y la desinformación y el uso inadecuado de términos contribuye a perpetuar mitos y mantener la ignorancia.
La mejor manera de luchar contra la violencia en la Enfermedad Mental y el estigma resultante es procurar el mejor tratamiento disponible, garantizar el contacto con los servicios de los pacientes más graves y evitar la marginalidad.
Fuente: José J Uriarte
Para finalizar os invito a disfrutar de un grupo musical Estadounidense que apuesta por la psicodelia de ayer y de hoy, con toques de ruidoso pop-electrónico bailable, llamado MGMT tema "Kids"
No entiendo el porqué de este colérico y crónico castigo a estas personas..., si "Temis" levantara cabeza, avisaría a "Nemesis" para que se hiciera justicia. Esto es un mundo hipócrita.
ResponderEliminarFelicitaciones, me encanta, como siempre.
Gracias a ambos por vuestras aportaciones,tú, yo, ellos...nadie entiende este fenómeno universal del estigma y sus prejuicios contra otros grupos normalmente minoritarios y lo más grave, desprotegidos al amparo siempre de otros que no hacen, no quieren, no les interesa o sencillamente no pueden acabar con esta discrimanción. Mientras, las personas afectadas deben seguir luchando cada día...algún día la historia cambiará y se reconocerá, se corregirá y se perdonará todo el daño que la sociedad hipócrita les están haciendo.
ResponderEliminarEuroactiva? por supuesto me agrego, Gracias!